lunes, 24 de noviembre de 2008

La libélula y la hormiga



Una libélula granate revoloteaba pacíficamente entre las espigas del trigo. El sol golpeaba con inclemencia el lecho seco de los campos de finales de Agosto. Una hormiga transportaba sobre sus robustas espaldas la pata inerte de un insecto fallecido tiempo atrás. Un par de nubes vislumbraban desde la lejanía el paraje estival.
De pronto, una columna de humo negro se unió a ellas, que salieron espantadas hacia el horizonte. El crepitar de las llamas se escuchaba desde varias leguas de distancia. El fuego se abría paso a lametazos ardientes entre la floresta, carbonizando todo lo que se interponía a su inexorable paso. La hormiga que tan afanosamente trabajaba, inconsciente de su situación, pronto se vio rodeada de un mar rojo enfurecido. Lo único que lamentó antes de perder tan dolorosamente su existencia, fue no haber depositado su mercancía en el hormiguero que tenía por hogar.La libélula agitó sus alas desesperada, intentando volar más alto de lo que nunca antes lo hubiera hecho. El humo denso y negro que expiraba el incendio le impedía ver hacia donde se dirigía. Sus reticuladas alas pronto quedaron consumidas por el calor. Su cuerpo vivo e inútil cayó sobre un montón de hojas secas. La libélula no sabía llorar, pero en aquel instante en el que sentía la muerte acechando entre las sombras y las llamas, sintió como su alma de artrópodo se consumía en un intenso grito de tristeza. Lo que más lamentó antes de abandonar el mundo, fue no haber volado lo más alto que sus alas le hubieran permitido,… cuando todavía el cielo le pertenecía.

1 comentario:

JM MONJE dijo...

Por mas cosas que tengas que hacer, la parca siempre te sorprenderá.

muy bonito.